

Cuando pensamos en microbiota, pensamos en bacterias y en muchas oportunidades vemos las bacterias como algo negativo. Pero no es así. Nuestra piel está cubierta por millones de microorganismos beneficiosos que la protegen todos los días y trabajan a favor que se vea hermosa y saludable: La microbiota de la piel.
Es un conjunto de bacterias y hongos, microorganismos que viven de manera natural en toda la superficie de nuestra piel y su función es proteger, equilibrar y defender.
Estas bacterias ayudan a mantener el pH adecuado, refuerzan la barrera cutánea y evitan que microorganismos dañinos se multipliquen.
Es importante que tengas presente que la microbiota de la piel o microbiota cutánea es diferente para cada persona, pues en ella influye la genética, la edad, el clima, la alimentación y el estrés del día a día, así como los productos que usa. Por esta razón es que los productos que le sirven a tu familiar o amigo, puede que a ti no.
Porque las bacterias que hacen parte de la microbiota de tu piel, son un escudo natural. Cuando todo está sano, la piel suele verse calmada, resistente e hidratada. Sin embargo, cuando hay alteración, pueden aparecer los problemas como el acné, la sensibilidad, dermatitis, enrojecimiento o incluso la sensación de tirantez.
En otras palabras, muchas veces el problema no es que tu piel necesite algo, sino que ha perdido su equilibrio natural.

Con muchos malos hábitos que tenemos, podemos alterar la microbiota de nuestra piel, sin saberlo.
Lavar el rostro demasiadas veces al día o usar productos muy agresivos, terminarán por eliminar la suciedad y también las bacterias buenas de tu piel.
El uso constante de productos antibacteriales o incluso los tónicos con alcohol, terminan arrastrando el ecosistema natural de tu piel.
Exfoliar en exceso, bien sea de manera física o química, terminará debilitando la barrera cutánea.
Usar muchos productos activos a la vez, como ácidos, retinoides y exfoliantes, puede confundir y estresar la piel.

La recomendación de los dermatólogos es usar limpiadores suaves, sin abusar en su uso. Evitar los productos que prometen la «eliminación de todas las bacterias», priorizar fórmulas que apoyen la barrera cutánea y siempre escuchar tu piel, si arde, pica o se enrojece con frecuencia, es porque algo no va bien.