

Por: Fernanda Puente / Creadora de Caminos a la Maternidad (CAM)

Nunca imaginé que mis pérdidas, mis esperas y mis sueños se convertirían en mi propósito de vida. Jamás pensé que un camino tan íntimo, tan frágil y tan lleno de altibajos pudiera transformarse en algo tan grande.
Pero la maternidad – incluso antes de que un bebé llegue a los brazos – tiene la capacidad de abrir grietas que se convierten en luz.
Y eso fue exactamente lo que pasó conmigo.
Yo no sabía que era tan común perder un embarazo. Nadie me lo dijo. Nadie lo hablaba. Y cuando viví mis primeras dos pérdidas, sentí que me estaba pasando algo extraño, como si yo fuera la excepción.
Aunque, investigando, me di cuenta de que muchas mujeres de mi familia, amigas cercanas y mujeres conocidas habían pasado por lo mismo que yo, pero que lo vivieron en silencio. Me di cuenta de que sigue viéndose esa experiencia como un tabú, como si fuera algo que no era válido que pasara, como si fuera algo que no fuera natural.
Y decidí que yo sí quería compartir mi historia, porque era algo que me había pasado y además era algo más común de lo que parecía, solo que se silenciaba. Empecé a compartir mi historia —sin adornos, sin filtros, sin expertos— y otras mujeres comenzaron a escribirme:
“Fer, yo también.”
“Fer, pensé que era la única.”
“Fer, gracias por decir lo que nadie dice.”
Ahí me di cuenta de que era la voz de muchas mujeres pasando por el mismo proceso en el camino hacia su bebé.
Las esperas entre estudios, resultados, doctoras, ciclos, transferencias, síntomas, ausencia de síntomas…
Son esperas largas. Silenciosas. A veces llenas de fe, a veces llenas de miedo.
Yo aprendí a escucharme en esas esperas.
A reconectar.
A hacer pausas.
A sostenerme cuando la mente quería correr más rápido que mi alma.
Y descubrí algo que me cambió:
las esperas no son tiempos muertos; son tiempos de transformación.
Ahí se reacomodan la fe, la fuerza, la paciencia y la esperanza.
No fue una revelación repentina. Me llegó caminando hacia mi bebé, en el proceso entre más pérdidas, lágrimas, consultas, intervenciones, abrazos, fe, miedo, esperanza y mensajes de otras mujeres.
Un día lo tuve claro:
Mi propósito personal era, independientemente de tener al bebé o no, confiar en que el camino que se estaba viviendo era perfecto tal y como estaba siendo y había sido. Y que, más bien, lo importante era qué aprendía en el camino: me volví más saludable, me volví mejor versión de mí misma y aprendí a confiar en que mi alma escogió esto antes de nacer, y que los tiempos divinos son perfectos.
Y otro de mis propósitos era acompañar a otras mujeres que también caminaban hacia su bebé, cada una con su historia, con sus sueños y con su propio ritmo.
Acompañarlas no desde un lugar profesional, porque yo no soy doctora ni especialista de fertilidad, sino desde la experiencia que yo he vivido en el mismo camino: un lugar empático, real, horizontal.
Desde la mujer que también atravesó pérdidas, que también tuvo dudas, que también se sintió sola… y que encontró luz en ese camino.
Me di cuenta de que además de gestar bebés también se pueden gestar proyectos, y así, en el camino hacia mi bebé, nació CAM.
CAM nació del silencio y del deseo de romperlo.
Del dolor y del deseo de transformarlo.
Del miedo y del deseo de acompañar a otras que sienten lo mismo.
Es un espacio para visibilizar lo que tantas vivimos, tan poco se habla y acompañarnos.
Para recordar que:
-No existe un solo camino a la maternidad.
-Todos los caminos son válidos.
-Los bebés que no llegaron también cuentan.
-Las mujeres que esperan no están solas.
-El corazón también necesita guía.
Y junto con CAM nacieron mis guías, que pretenden hacer el camino hacia la maternidad más fácil, más ligero, compartiendo información que me tardé tres años en recopilar, mucho dinero y mucho desgaste emocional. Comparto lo que a mí me hubiera encantado saber:
qué estudios hacerse (los doctores los van pidiendo de poco a poco y ahí se pierde tiempo), qué vitaminas me recetaron, qué hábitos ayudan, qué herramientas usar para sostenerme emocionalmente en la espera… todo lo que me tomó mucha energía aprender.
Acompañar a mujeres que sueñan con un bebé como yo es una de las experiencias más profundas y más humanas que he vivido.
Porque cada una de nosotras carga amor, miedo, ilusión, preguntas…
Y encontrar a otras mujeres que caminan contigo hace que ese camino sea más suave.
Que ninguna se sienta perdida en su primera consulta.
Que ninguna piense que es la única a la que le pasa.
Que ninguna crea que su valor depende de un resultado.
Que todas sepamos que nuestros bebés —los visibles y los invisibles— nos transforman.
Que nuestras pérdidas no nos quitan luz; la redirigen.
Y que nuestro camino hacia la maternidad, con todos sus tonos, puede convertirse en un propósito lleno de amor.
Ese fue el mío.
Y hoy lo comparto para que, quizá, también ilumine el tuyo.
Fer Puente / @ferpuentecam / www.caminosalamaternidad.com
