

Por años, hemos tenido la percepción que estar bien hidratado es sinónimo de beber agua al día. Sin embargo, tomar litros y litros de agua no garantiza que tu piel esté siempre luminosa, ni que tu cuerpo esté completamente hidratado. La clave está en cómo el organismo usa esa agua, no solo en cuánta consumes.
Quizá el error más común sobre la hidratación es pensar que entre más agua tomemos, más hidratados vamos a estar, cuando en realidad, nuestro cuerpo es un sistema complejo, puesto que el agua debe absorberse, distribuirse y mantenerse donde hace falta. Si alguno de estos pasos falla, no lograrás estar nunca bien hidratado.
Además, un exceso de agua sin acompañamiento adecuado puede diluir minerales importantes, haciendo que el cuerpo elimine líquido en lugar de retenerlo de forma útil.
Para que el agua cumpla su función, de mantenerte siempre hidratado, necesita de varios aliados. Estos son:

La deshidratación va más allá de sentir sed. Una piel opaca o con sensación de tirantez; ojeras marcadas, incluso cuando has descansado; boca seca frecuente; orina muy clara todo el tiempo y sensación de hinchazón sin causa aparente, son las señales más comunes que indican que el cuerpo no está gestionando bien el agua, no necesariamente que le falte.
Puedes mejorar tu hidratación diaria con hábitos muy sencillos, como bebe de forma repartida pequeñas cantidades de agua a lo largo del día, así se aprovecha mejor este vital líquido que grandes volúmenes de golpe; comer alimentos con agua, como frutas, verduras y comidas caseras que aportan agua de forma más estable que solo beber líquidos; cuidar tu piel desde fuera usando productos que protejan la barrera cutánea, esto ayuda a que la hidratación interna se refleje externamente y respetar el descanso, dormir bien regula las hormonas que controlan la retención de líquidos y la regeneración de la piel.

Estar bien hidratado no es una moda o una tendencia, es una necesidad de tu organismo para su excelente funcionamiento.