Actualmente, la tecnología se ha convertido en un aliado para desarrollar muchas tareas en el día a día o simplemente en la mejor herramienta de ocio, cuando queremos distraer la mente. Sin embargo, existe momentos donde no es adecuado acudir al celular para evadir lo que estamos sintiendo.
Uno de esos momentos es cuando estamos presentando episodios de ansiedad. Es común ver personas que, pocos segundos después de comenzar a sentir ansiedad, buscan refugiarse en sus teléfonos celulares para disimular este episodio.
Sin embargo, esta practica puede resultar mucho más peligrosa de lo que parece. Ante episodios de ansiedad, afrontarla de manera consiente, siempre será la mejor solución.
En momentos de nuestra vida donde nos sentimos en peligro o percibimos algún tipo de amenaza, nuestro cuerpo de manera natural responde con ansiedad. Es la manera para lograr que estemos más alertas y enfocados en lo que pueda pasar. Sin embargo, cuando estos episodios de ansiedad son prolongados o muy constantes, generan desproporción que puede llegar a interferir en nuestras actividades diarias.
Algunos síntomas comunes de la ansiedad son las palpitaciones, pensamientos catastróficos, sensación de falta de aire, tensión muscular, irritabilidad e insomnio. Como seres humanos estamos en la capacidad de autorregularnos.
Son varias las razones del porqué no debes usar el celular cuando estás presentando ansiedad.
En primer lugar, porque genera dependencia. El celular se convierte en ese objeto del cuál dependerá nuestro cuerpo cada vez que tengamos un episodio de ansiedad. Provocando un estímulo excesivo de comparaciones sociales, emociones intensas, entre otras, que puede incluso incrementar tus niveles de ansiedad.
Además, usar el celular para evadir lo que estas sintiendo es como si estuvieras evitando el contacto contigo misma. Es decir, te privas de sentir lo que tu cuerpo está expresando, interrumpes el proceso y así nunca sabrás qué es lo que realmente te está provocando estos episodios.
Finalmente, ten en cuenta que el uso en exceso de las pantallas, pueden interferir en tu sueño y en el descanso. La luz azul que cada uno de estos elementos tecnológicos irradian, alteraran tu ciclo de sueño, provocando insomnio.
Busca y practica alternativas saludables, que te permitan calmar tu mente y tu cuerpo, sin depender de nada.
Una buena opción es practicar la técnica 4-7-8, que consiste en inhalar por la nariz durante 4 segundos, sostener durante 7 segundos más y exhalar lentamente durante 8 segundos. Repite entre 3 y 5 veces.
Esta sencilla pero eficaz técnica, te permitirá tener calma casi que de manera inmediata. Relajando tu mente y tu cuerpo.
Otra manera muy eficaz es escribir, sin juicio, cómo te estás sintiendo en ese mismo momento. Es una buena manera de dejar salir eso que tanto te atormenta y que termina por provocarte episodios de ansiedad inexplicables. Pregúntate ¿Qué estoy sintiendo exactamente?, ¿Qué me preocupa en este momento?, ¿Qué puedo hacer al respecto, y qué no está bajo mi control? y escribe cada respuesta en una agenda personal.
Cada vez que tienes movimientos físicos, bien sea haciendo tu rutina de ejercicio, de baile, practicando yoga o simplemente caminando, liberas tensión. El movimiento te ayudará a canalizar la energía acumulada y liberar endorfinas.
Hablas con alguien más siempre será una muy buena opción. Expresar cómo te sientes con esas personas que son de tu confianza, te permitirá dejar salir eso que tanto te atormenta. No se trata que estas personas te den soluciones frente a tus problemas, sino que lo principal es que puedas contar con alguien que te escuche, sin juzgarte y sea tu apoyo emocional.
En lugar de refugiarte en tus redes sociales, de evadir lo que estás sintiendo, puedes configurar tu equipo celular para ayudarte en esos momento de ansiedad, como por ejemplo:
En conclusión, escucha a tu cuerpo cada vez que tengas un episodio de ansiedad y aprende a controlarte tu mismo, sin depender de un equipo móvil digital.
Además, ten presente que si estos episodios de ansiedad son muy continuos y crónicos, debes acudir con tu médico de confianza. Nunca está de más un chequeo por parte de profesionales de la salud.