

Cuidar tu alma no es una idea abstracta. A pesar de ser una dimensión invisible de nuestro ser, siempre podrás sentirla, podrás soñar, podrás emocionarte y es justo ahí cuando todo toma sentido.
Ser consciente de lo que eres, de donde vienes y hacia donde quieres ir, es una manera efectiva para ver lo maravilloso que tiene cada día por ofrecerte.
Cuidar de tu alma no es una práctica mística o un simple ejercicio espiritual. Cuidar tu alma es una necesidad de cada ser humano, que te permite reconectar, verdaderamente, con lo que te apasiona, con aquello que te da energía y que te impulsa a seguir adelante.
Y sí, aunque no lo creas, el alma también se cansa, se satura y hasta se desgasta. El alma se resistirá cada vez que note que estás viviendo en piloto automático, cuando trabajar por inercia o cuando tus días pasan sin sentir emociones reales y verdaderas.
Es muy sencillo, cada vez que notes apatía, vacío o que perdiste el propósito, es una clara señal que tu alma está cansada. Ese momento cuando todo parece que marchar bien, pero algo dentro de ti te dice que no es así, es ahí cuando debes comprender que tu alma está cansada.
Cada persona nace con un propósito en su vida. Ese propósito genera diariamente un impulso en ti, que te promueve a lograrlo. Cuando te sales de ese camino y estás llevando una vida que no es lo esperado, es ahí cuando tu alma te da alertas que se encuentra cansada.
En la actualidad, es más valorado el hacer que el ser. Desde pequeños nos enseñan a cumplir, pero pocas veces nos enseñan a sentir.
Nos trazan metas donde siempre existe el afán de lograr el éxito y pasamos toda nuestra vida planeando viajes, salidas, descansos y hasta trabajos anhelados, pero nos olvidamos sentir y vivir el proceso, el presente. Incluso en oportunidades, nos perdemos de nuestro propósito.
Cuidar tu alma es tan sencillo como aprender a escuchar tu voz interior, tu cuerpo, tus emociones. Es darte el permiso de reconectar contigo mismo, con aquello que te inspira y que hace que todo tome sentido.

¿Recuerdas cuando eras niño, que soñabas con hacer algo que te apasionaba? Y como aún eras muy pequeño y no tenías los conocimientos o capacidades para hacerlo, jugabas a lograrlo: eras profesor, artista, policía, ingeniero, piloto, deportista.
Amabas pintar, bailar, cocinar, cuidar el jardín de tu mamá. Sentías un fuego en ti cada vez que hacías eso que te apasionaba, que tus días podían pasar en un abrir y cerrar de ojos.
Sin embargo, a medida que fuiste creciendo, te olvidaste de esos sueños. Algunas personas incluso hasta tomaron como suyos los sueños de sus padres. «Quiero que mi hijo sea médico». Estudiaste medicina, pero te apasionaba la música.
Y poco a poco te fuiste desconectando de ese fuego que te movía, poco a poco te fuiste encajando en una sociedad que te comenzó a obligar a buscar el éxito, representado en estatus social, dinero, un buen trabajo, una casa, un carro y estudios.
Y no está más que busques ese éxito. Sin embargo, la pregunta es, ¿hoy eres la persona que siempre quisiste ser?

La buena noticia es que nunca es tarde para comenzar. Nunca es tarde para alimentar tu alma, para volver a encender ese fuego que tenías de niño y soñar en grande, haciendo lo que te apasiona. Nunca es tarde para dejar de hacer y comenzar a sentir.
La popular frase de Confucio comenzará a tomar sentido en ti: «Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida».
Pregúntate: ¿Qué solía entusiasmarme cuando era niño o adolescente? ¿Qué actividades me hacen perder la noción del tiempo? ¿Qué cosas me hacen sentir vivo, en calma o pleno? ¿Qué parte de mí he dejado de lado por falta de tiempo o miedo?
Responderlas, sin filtros, te permitirá salir del modo automático en el que llevas tu vida y alimentar tu alma, tu esencia, el propósito por el cual naciste.